Una revisión de mis escritos hará evidente el grado de compromiso que tengo con la Unidad, mi defensa del voto como elemento fundamental de protesta y mi solidaridad con la MUD, a pesar de que no me unen vínculos de ninguna índole con ella. Esto acrecienta la sensación de angustia que experimento al ver lo que -desde mi limitada óptica- percibo como desatinos que estimulan la abstención y atentan contra la causa democrática.
Hecho especialmente cierto cuando su pasividad –no es lo mismo pacifismo que no violencia- es explotada por la secta de exiliados de Miami, quienes –desde la cómoda y muy prudente distancia- continuamente la cuestionan con imputaciones de colaboracionismo con la dictadura, al tiempo que llaman a desconocer su liderazgo, tomar la calle y asaltar Miraflores amparados en el artículo 350 de la Constitución. “Restablecer el hilo constitucional” dicen, como si los pueblos sin el apoyo de los militares estuvieran en capacidad de tumbar gobiernos, y menos gobiernos precisamente de militares.
Quienes defienden el pacifismo de una MUD que sorprendió a la ciudadanía el 7 de octubre de 2012 cuando, horas después de que sus líderes aparecieran triunfales, otros le dieran al pueblo el baño frío de la “victoria” del Gigante Eterno mientras el régimen desplegaba tanquetas en las calles; de una MUD que llamó al cese de las protestas pacíficas –cacerolazos incluidos- cuando el pueblo enardecido reclamaba sus derechos ante el patente fraude del 14 de abril de 2013; de una MUD que ha desatendido los deseos del pueblo que exige mantener la protesta no violenta en tanto el ilegítimo usurpe el poder; de una MUD cuyos líderes, ante las evidencias de la doble nacionalidad del ilegítimo Maduro y desconociendo que el pueblo está indignado por esta violación anticonstitucional, manifiestan “la nacionalidad de Maduro es irrelevante, intrascendente”; comprometen seriamente los esfuerzos de los que luchan contra el abstencionismo, pues hacen brotar la suspicacia de la disidencia.
Es tarea casi imposible argumentar contra quienes ante esta conducta inexplicable del liderazgo unitario, arguyen que este solo está interesado en preservar pequeños cotos de caza en los que puedan cobrar las presas menores que les conceden los revolucionarios, a cambio de ayudarlos a mantener la ficción de democracia mediante la ilusión de que sí existe una oposición que participa en los repetidos procesos electorales y hasta obtiene una que otra alcaldía además de alguna gobernación.
Cuando con tanta preocupación vemos a una MUD que se refugia en su negativa a no contribuir al derramamiento de sangre para acallar, ahogar, silenciar la protesta popular, no podemos más que preguntarnos qué hubiera pasado con La India o con la negritud estadounidense si Mohandas Gandhi y Martin Luther King hubieran asumido esa actitud timorata. No es la función del líder represar la voluntad del pueblo -empresa inútil por lo demás- ya que ese pueblo encontrará maneras de expresarse, incluso, desconociendo eventualmente ese liderazgo. Este pareciera ser el caso a la luz de la evidencia que muestra elevadas cifras de abstención para el 8 de diciembre, que no son más que reflejo de la desconfianza muy justificada del pueblo por la dirigencia opositora.
Me niego a aceptar que el liderazgo opositor de la MUD haya asumido la conducta autodestructiva de transarse por y proteger pequeñas parcelas de poder para comer manque fallo, prestándole así un servicio inestimable a la dictadura que –por cierto- ya no tiene interés en presentarse como democracia, pues sin pudor ha mostrado su naturaleza militar totalitaria. Liderazgo que en ese caso sería portador del germen de su propia destrucción al igual que el régimen, que le segaría el futuro a un pueblo noble que no merece otra traición.
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