Día: 7 noviembre, 2014

DESDE EL MEGÁFONO: «Éboluciona» el mundo / Rafael Mitilo

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* Rafael Mitilo

«El ejemplo no es una forma más de 

conocimiento: es la única»

Albert Einstein.-

Es común, sin dejar de ser cierto, atribuir la anomia cada vez más enraizada en la población, a las deficiencias del sistema educativo. Resulta lógico que, si nos ocupamos -cualitativamente- de la educación, automáticamente se genera un estado de conciencia colectiva que conduce de manera precisa e inequívoca al establecimiento pulcro de normas disciplinarias autoimpuestas por el conglomerado. Es decir, el individuo entiende su ubicación como pieza de un cuerpo colectivo al que está obligado cuidar por beneficio propio, pero a sabiendas de que el resultado del obrar en «beneficio propio» lleva implícito el bienestar colectivo.

Ese nivel de conciencia no lo tenemos. Al contrario, se acentúa con el correr de los días, la conducta egoísta, el plan particular, el «yo» por encima del «nosotros», fracturando el interés colectivo en pro del particular. Cada quien hoy, busca resolver con mezquindad sus necesidades individuales.

Eso, en realidad -conciencia- sería loable, pero sin ella es catastrófico, pues genera la puesta en práctica de mecanismos antiéticos de competencia, los cuales van desde toda forma de deslealtad hasta hechos vinculados al delito. La famosa zancadilla es, sin lugar a dudas, el orden del día.

Pero, como consecuencia del inconsciente obrar de un colectivo desarticulado, surgen expresiones de crisis que no se quedan en el aspecto meramente cultural o de conducta. Tales expresiones atacan la propia estructura material del individuo, en otras palabras, la salud. Vemos entonces, como se incrementa la aparición de toda clase de enfermedades. Simples y complejas; graves y pasajeras. Pero lo cierto, lo realmente cierto es que la población ignora que la raíz de todo quebranto de salud, está en la inconsciencia del obrar cotidiano, ya que -éste- deja de lado el necesario recato y disciplina en lo conductual como en lo físico o material. Esto es: «No respeto normas y hago lo que me da la gana porque vivo en democracia». Ese criterio, obviamente erróneo, acerca del concepto «democracia» no se queda en la sola incomodidad de padecer la impune violación del derecho ajeno, sino que -como se dijo- penetra la salud a través del abandono de la higiene como disciplina individual de supervivencia, dando -de este modo- fuerza a la cultura de la muerte por encima de la vida.

No hay que hacer un esfuerzo para comprender que la higiene personal, doméstica, urbana, y en fin, colectiva, no está en nuestros planes de convivencia. Obstruimos caños y quebradas con basura de toda clase (colchones, cocinas, bolsas de plástico, etc.), provocando en períodos de lluvia calamidades que atentan contra la comunidad (víctima y victimario) que participa de semejante locura. Es indiferente, la maleza desbordada, la mugre en las calles, el descontrol en la presencia de animales domésticos conviviendo con humanos, hogares insalubres, niños y niñas apartados de las normas de higiene, en fin, nada parece preocuparnos en cuanto al cuidado propio y menos colectivo de la salud.

Ninguna campaña publicitaria detendrá virus, bacterias, epidemias o cualquier clase de enfermedad por simple que parezca, si no se resuelve el obstáculo de la anomia. De la inconsciencia colectiva acerca del cumplimiento de deberes como fase previa al goce y disfrute pleno de derechos. Y, ese estado de abandono hacia la práctica de un orden básico, dibuja sin tapujos el por qué de cada enfermedad. No es el deber meramente normativo de pagar Servicio Militar o pagar impuestos, No. Es que, además de esos, existe el deber instintivo de proteger la salud para así cumplir con cualquier otra forma de orden social.

Higiene y educación, constituyen el génesis del progreso común. Dengue, chikungunya y hasta el ébola en la lejana África, no son otra cosa que la consecuencia directa e inmediata de la anomia (resistencia o negativa a cumplir toda clase de normas). Es la convivencia entre parásitos, gérmenes, plagas y alimañas que encuentran en el desaseo e insalubridad, el escenario idóneo para vivir a sus anchas. Higiene nada tiene que ver con condición social o económica, esta involucra un estado de consciencia individual que impone el deber de preservar comodidad y salud mediante el ejercicio cotidiano del aseo y orden personal, lo que, en cadena impide el acceso de aquellos enemigos del bienestar físico, moral, legal y hasta espiritual.

Puedo asegurar, que si bien, educación e higiene, no resuelven absoluta y permanentemente la posibilidad de enfermarse, reducen al mínimo tal eventualidad. En ello, el Estado, aquí o en cualquier parte del mundo, lleva la voz cantante, ya que un Estado, movido por gobiernos honestos y responsables, está en capacidad de dar prioridad al trabajo de campo antes que al propagandístico. Al contacto casa a casa (como en tiempos de elecciones) que al «volante» en las esquinas. Conciencia no es un concepto hueco, a ella se llega, por caminos de dura disciplina inducida, objetiva y de pertinente pedagogía. Aquella que, como un «campanazo», despierta el intelecto inactivo, la idea reprimida, el ideal de éxito. Rompe el círculo vicioso de ocio y adicción; pereza e irresponsabilidad; abandono y desidia. Eso es conciencia. Sin ella, nada de lo que anhelamos como nación, será posible. No hay diferencia entre aquel hogar inmundo, en el que alcohol, miseria y mugre son el recuerdo que conservarán los niños y, el colapso de las salas (improvisadas) de emergencia de los hospitales. Una, lleva a la otra, pero por desgracia es una realidad inerte. Algo, según cree el inconsciente, no está en él cambiar.

De cualquier modo, el hombre -inexplicable e históricamente- ha vinculado la mugre personal y doméstica a la pobreza. Nada es más absurdo, estas son «taras» que parasitariamente se apoderan de la víctima más importante, aquella cuyo exterminio es la puerta abierta a toda calamidad humana: la conciencia. Extinta, el trabajo está hecho: hambre, delincuencia, plagas, epidemias y vicios. Extinta, la educación siempre será mera formalidad oficial, sin dirección ni contenido. Éboluciona el mundo, gracias a la inconsciencia.

rafamitiloveliz@gmail.com

@RafaelMitilo

Créditos para: http://laprensadebarinas.com.ve/news/noticiaunica.php?id=59649