Día: 9 noviembre, 2014

La regresión infinita del egoísta

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NarcisoEn un post anterior, El conocimiento más útil en la ética, escribí sobre la necesidad del conocimiento propio, del examen personal para verificar si el rumbo que lleva nuestra vida es el adecuado. Debo reconocer que luego de publicado me quedó algo de inquietud porque podía dar la impresión de que hemos dedicar gran parte de nuestras energías a conocernos a nosotros mismos. La verdad es que el hombre, cuya vocación es al amor, cuanto menos se contemple más alcanzará hacer el bien a los demás y como consecuencia será mucho más feliz.

No digo que no hemos de examinarnos en tiempos concretos para hacer balance de nuestras vidas, pero hemos de centrarnos más en procurar pensar en los demás y en cómo servirles que estar atentos en nosotros y la imagen que proyectamos.

Este egoísmo tiene muchas consecuencias. Para empezar nos hace perder el tiempo, nos lleva a olvidos o descuidos en nuestros deberes y junto con la imaginación pueden elaborar historias que nos torturen e incluso nos enfermen. La imaginación del egoísta se encargará de convertir granos de arena en auténticas montañas que aplastan.

Para aclarar a qué me refiero quizá nos sirva la siguiente cita:

Hay un problema con el conocimiento psicológico: nadie puede aplicárselo a sí mismo. Las personas pueden ser extraordinariamente sagaces respecto a las carencias de sus amigos, esposas o hijos. Pero no tienen la menor percepción sobre sí mismas. Aquellas que ven con fría lucidez el mundo que las rodea no albergan más que fantasías en cuanto a su propia realidad. El conocimiento psicológico no sirve de nada si uno se mira en el espejo. Este extraño hecho, que yo sepa, no tiene explicación.

Personalmente siempre había pensado que la programación informática podía aportar cierta luz al respecto, concretamente un procedimiento llamado recursión. La recursión consiste en hacer que el programa entre en un bucle y vuelva sobre sí mismo a fin de utilizar su propia información para repetir un proceso hasta obtener un resultado. Se emplea la recursión para ciertos algoritmos de distribución de datos y cosas así. Pero debe usarse con cuidado o se corre el riesgo de que el ordenador caiga en lo que se conoce como una regresión infinita. En programación, es el equivalente a esos espejos de las ferias que reflejan otros espejos, y más espejos, cada vez menores, hasta el infinito. El programa sigue adelante, repitiéndose y repitiéndose, pero nada ocurre. El ordenador se bloquea.

Siempre he pensado que algo parecido debe de suceder cuando las personas dirigen hacia sí mismas su aparato de percepción psicológica. El cerebro se bloquea. El proceso de pensamiento sigue y sigue, pero no va a ninguna parte. Debe de ser algo así, porque nos consta que la gente es capaz de pensar en sí misma indefinidamente. Algunos apenas piensan en nada más. Sin embargo da la impresión de que la gente nunca cambia como resultado de una intensiva introspección. Nunca se comprenden mejor. Es muy poco habitual encontrar un auténtico conocimiento de uno mismo.

Casi se diría que uno necesita a otra persona para que le diga quién es o le sostenga el espejo. Lo cual, si uno se para a pensarlo, resulta muy extraño.

O quizá no lo sea.

Escribe esto de forma magistral Michael Crichton en su libro “Presa”. Todos tenemos a la vuelta de la esquina la tentación de querer construir nuestra vida de forma egoísta. Aparentemente es más cómodo aislarse y desentenderse de los demás pero a la larga esta vida termina marchitando y amargando a cualquiera.

El egoísta está demasiado pendiente de recibir de los demás un trato que su supuesta “alta dignidad” merecería. Tristemente este camino le llevará de decepción en decepción ya que con frecuencia, según él, los demás siempre se quedarán cortos en las alabanzas y muchas veces no se verá colocado en el pedestal que cree merecer. El egoísta entra en un “loop” interminable en el que se hundirá más y más, terminando por vivir solo y despreciado.

En relación con el tema, me gustó lo que leí hace tiempo en “egoísmo y amor” de Rafael Llano:

El hombre vanidoso gusta de las personas y de las cosas cuando reflejan su propia imagen. El ser humano siente una atracción indeclinable por los espejos. No solamente por esas superficies de vidrio especialmente pulidas para reflejar imágenes, sino también por otro tipo de “espejos”: la opinión pública en que se refleja su personalidad, las tres líneas del periódico en que hablan de su persona, la mirada de los más próximos en que lee admiración… Sí, tal vez los espejos que el hombre más busca sean las pupilas de las personas que lo rodean, particularmente si éstas son importantes. Parece que en vez de que ese hombre mire a los otros para descubrir sus necesidades —que es la mirada de quien sabe amar — , los mira apenas para descubrir lo que piensan de él: “¿Le gustó la figura que hice? ¿Le pareció interesante mi punto de vista, la agudeza de mi inteligencia, la firmeza de mis decisiones?…” Interroga a los otros, no acerca de ellos, de sus cosas, sino únicamente acerca de sí mismo, como si las personas le interesaran exclusivamente en la medida en que él mismo se refleja en ellas.

A la persona vanidosa, nada le provoca mayor placer que experimentar la agradable emoción de que todo se relacione con ella, de que a su derredor sucedan grandes cosas porque ella está presente, de que las circunstancias y los ambientes adquieran vida y vibración porque ella les confiere la voz y el brillo sin los cuales permanecerían miserablemente mudos y apagados. La vanidad encuentra también su espejo en las obras que salen de nuestras manos. Nos examinamos atentamente en ellas para ver reflejada nuestra propia perfección. Cuando nos satisfacen, nos demoramos contemplando en ellas nuestra belleza como la adolescente frente a su tocador; cuando nos desilusionan, nos entristecemos como la anciana señora que compara la imagen reflejada en el espejo con la fotografía de su juventud. Es tan importante el reflejo emitido por nuestras obras, que genera esa ansiedad, ese desasosiego e inquietud que se llama perfeccionismo. El perfeccionista no se resigna a ver su imagen menos brillante estampada en un trabajo incompleto, en una clase, en una publicación, en una cena festiva, en un trabajo manual o artístico, en una empresa cualquiera que no llegue a ser una obra maestra. Trabaja hasta el agotamiento, precisamente en aquello que más se cotiza en el mercado de la opinión pública. En esos trabajos es escrupuloso, preocupado, minucioso, diligente, exhaustivo. Y en otros, que tal vez son más importantes, y que nunca aparecerán en su curriculum —como las tareas básicas del hogar, la educación de los hijos, el estudio de materias poco brillantes y más fundamentales, la lucha en los cimientos del alma por conseguir auténticas virtudes — , es indolente, lento, despreocupado y negligente. Así se explica la existencia de eso que podríamos denominar la pereza selectiva, la pereza que se manifiesta solamente ante las ocupaciones menos atractivas. Se trata de vanidad pura que, desmotivada por el anonimato y herida por la oscuridad, derrama por esa llaga abierta tedio, cansancio y modorra. El deslumbramiento del vanidoso —esa especie de elefantíasis personalista que lo coloca en el centro del universo— podría encontrar una imagen plástica en la figura mitológica de Narciso. Narciso era un joven extasiado por su propia belleza que, un día, al ver reflejado su rostro en las aguas de un lago, atraído por sí mismo, intentó abrazarse y murió ahogado. Es lo que sucede con este tipo humano: termina ahogado, asfixiado por el excesivo aprecio que siente por sí mismo. Yo, mis cosas, mis problemas, mis proyectos, mis realizaciones… Hay personas que sólo parecen ver su propio rostro, que sólo saben hablar de sí: sus pensamientos les parecen importantísimos y sus palabras son para ellas la música más melódica. Su verdad tiene que coincidir necesariamente con la verdad. Los otros deberán concordar con sus opiniones porque la razón indudablemente tiene que estar con ellas. La voz de los demás deberá ser como una resonancia de la suya. Si no fuera así, surgirá la discusión o la desavenencia. Y, después, un hombre así habrá de quejarse de soledad. Pensará que todos lo abandonaron, cuando en realidad fue él quien se aisló en su pedestal. Nadie soporta su presencia porque nadie se resigna a no tener voz, a ser simplemente eco. La soledad es el corrosivo que ahoga la personalidad narcisista. Gustavo Corcho, en Linóes do abismo, sintetiza el perfil de la personalidad del vanidoso cuando dice: todas las cosas, todas las opiniones “son como el espejo de su propia importancia, de su propio rostro, que para él es la grande, la única realidad en torno de la cual el mundo entero es un inmenso marco”.

En nuestras relaciones con los demás, en el matrimonio por ejemplo, la raíz de muchos problemas está en olvidar que nuestra vida ha de ser servir de la mejor manera y no tanto esperar ser servidos. De esta forma nuestros talentos, lejos de envanecernos, se colocan en el lugar adecuado para enriquecer a otros y enriquecernos.

Servir a los demás. Dar sin esperar nada a cambio. De esta forma nos pasaremos la vida alegres aunque en alguna ocasión veamos que no somos correspondidos.

@jcoyuela

Créditos para: http://eticaysociedad.org/2014/10/26/la-regresion-infinita-del-egoista/

El valor de los defectos ajenos

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Esribo estas reflexiones en un avión rumbo a Madrid, para participar en la beatificación de Mons. Álvaro del Portillo. Después de haber estado leyendo y meditando el libro preparado a propósito para la ceremonia con un perfil biográfico y algunos de sus escritos, lo lógico, tal vez, habría sido escribir sobre la impresionante estela que deja una vida virtuosa en los demás. Tal vez, lo lógico habría sido escribir sobre el ejemplo de una vida heroica de olvido de sí para ayudar a todos o la gran necesidad que tiene el mundo de hoy de ejemplos como el sucesor de san Josemaría Escrivá.

Sin embargo no siempre actuamos con lógica -a veces cometemos errores- y tal vez por eso de pensar a la inversa, me ha venido a la cabeza el bien que podríamos obtener de algo tan molesto, a primera vista, como los defectos, los vicios o debilidades de los demás. Por lo menos, ya existe un libro famoso titulado igual a este artículo donde podrás encontrar más y mejor material sobre el tema. Escribo, quizá, para reforzar algunas ideas en vista a alguna necesidad del momento, o tal vez, para aprovechar estos días de caminar por España para calar más a fondo sobre la responsabilidad de ayudar más a los demás.

La primera reacción, la más evidente es la impaciencia y el enojo.¿Quién no ha sentido ira ante la imprudencia de otro conductor que nos afecta en la calle?. Sufrimos todos los yerros ajenos, pero tal vez, los que menos toleramos son los propios contemplados en carne ajena. Tal vez, y sin tal vez, el ver en otro nuestra pereza o comodidad, o nuestra falta de sinceridad, deja al descubierta con más claridad, toda la fealdad de las mil caras del egoísmo y de la bajeza humana. No le sienta bien a nuestro amor propio ver que hasta en los defectos no vestimos prendas exclusivas ni originales.

Una vez leí que basta observar con qué vehemencia fustiga una persona un determinado vicio para darse cuenta de qué pata cojea. Muere por la boca, por ejemplo, el que señala con crudeza la supuesta corrupción de otros. Es fácil hablar o escribir sobre los defectos ajenos y quedarnos en eso y no pensar en los nuestros. Cuando he contemplado esta escenas, lo primero que me viene a la cabeza es el poco conocimiento de sí mismo que tiene esta persona. ¿Puede acaso alguno sentirse tan seguro de sus supuestas virtudes?, una persona sensata se da cuenta que hasta en esto vivimos de prestado; hoy podemos tenerlas, mañana no.

La inflexibilidad para juzgar o valorar virtudes nos pueden arrojar mucha luz precisamente sobre los defectos que nos dominan. Precisamente en el tema en el que somos más duros con los demás, normalmente es en el que hemos de mejorar más. Ya lo dice el viejo y conocido refrán: “el ladrón piensa que todos son de su condición”. También nos puede ayudar a ver nuestro mayor defecto el descubrir el tema en el que más nos molesta que nos corrijan o en el que nos excusamos con mayor facilidad. Un beneficio de los defectos ajenos: conocer los propios.

A propósito de lo anterior, esta semana he leído el libro Retratos de la antigüedad romana y cristiana de Gerardo Vidal. Uno de los capítulos es una extraordinaria semblanza del filósofo romano Séneca. Llama la atención la vehemencia con la que fustiga los vicios el encarcelado por algunos de ellos. El que más criticaba la adulación era precisamente el que adulaba al emperador, el que condenaba los excesos vivía en una villa con todos los lujos y comodidades. Es fácil que nuestras palabras vayan por un lado y nuestra vida por otro.

¿Será que podemos sacar más cosas positivas de algo tan molesto como los vicios ajenos? Uno de los primeros frutos positivos puede ser el de la fortaleza. Nada nos ayuda tanto a ser pacientes como comprender y sobrellevar con tolerancia los defectos de las personas con las que convivimos. Una de las mejores muestras de cariño es precisamente saber disculpar que los demás tengan algún defecto. Realmente solamente el que descubre sucio en sus zapatos puede entender que otro no los tenga tan limpios. El que sabe lo difícil y esforzado que es el camino de ser mejor persona será capaz de entender que los demás no avancen tan rápido en erradicar un vicio o en adquirir una determinada virtud. El que no se conoce, que no se mira a sí mismo, al que le falta honradez para reconocer sus fallos le resulta incomprensible cómo una persona puede una y otra vez tropezar con la misma piedra.

Escarmentar en cabeza ajena podría ser otro gran aprendizaje de los defectos de los demás. Ver las dudas e indecisiones de otros, las metidas de pata, como a veces llamamos a los errores, nos puede llevar a entender que al no ser nosotros mucho mejores, en algún momento podríamos estar en la misma situación. Esto nos ha de llevar a ser prudentes, a no estar tan seguros de las propias virtudes, a redoblar nuestro esfuerzo. Nos llevará también a ser prudentes y con medida  en la corrección al que yerra, sabiendo ponernos en el lugar del otro y hacerlo como nos gustaría que nos corrigieran, a no hacer leña del árbol caído cuando somos testigos de alguna caída aparatosa.

Ayudar al desvalido podría ser otra de los beneficios de los defectos ajenos. Sentir la responsabilidad de ayudar, primero con el ejemplo de esfuerzo personal. Tender la mano y brindar todos los auxilios a nuestro alcance para que el otro supere el escollo en el que se pueda encontrar.

No hemos de ver como tan ajenos los defectos de los demás, es posible que lo que veamos sea solamente el reflejo de los nuestros. Puede ser que tengamos que ver más de lo que pensamos en las faltas ajenas, aunque solamente sea el buen ejemplo que no hemos sabido dar o hasta por nuestra colaboración directa en las caídas de otros.

@jcoyuela

Créditos para: http://eticaysociedad.org/2014/09/25/valor-de-defectos-ajenos/

Egoísmo a tope

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Róger Martínez Miralda

Egoísmo a topeEs difícil, y pienso que incorrecto y muchas veces arbitrario, juzgar las intenciones y los actos de los demás sobre todo cuando forman parte de su universo afectivo o  conciernen a las decisiones que se toman respecto a la continuación o no de una relación sentimental, incluso cuando ha sido públicamente anunciada y su estabilidad certificada ya sea por el vínculo legal o el religioso o por ambos. Es decir, cuando un hombre y una mujer deciden poner fin a su pacto conyugal, a su matrimonio, los espectadores externos solemos desconocer tantas interioridades, tantas circunstancias, que difícilmente podemos ser objetivos e imparciales a la hora de opinar.

Sin embargo, lo que sí podemos afirmar, y sin hacer referencia a un caso particular sino a tantos que hoy, muy desafortunadamente, se dan; es que en muchas de las rupturas, sobre todo cuando hay hijos de por medio, hay una gran dosis de egoísmo. No olvido la sorpresa que me llevé cuando le hacía ver a un señor que la decisión de abandonar a su esposa iba a afectar profundamente a  sus cuatro hijas (la mayor de 12, la menor de 2), y él me respondió que tenía derecho a buscar la “felicidad” y que sus niñas “ya se acostumbrarían” a su ausencia. Me quedó, además, la duda de si se podría encontrar la “felicidad” de la que él hablaba lejos de las personas a las que él más decía querer: sus hijas. Porque tengo la convicción de que si hay amor grande, si hay pasión que supera todas las pasiones humanas, es el amor por los hijos.

Sucede que el egoísmo nos resta objetividad, nos impide divisar el horizonte existencial, nos introduce tan dentro de nosotros mismos, que nos imposibilita ver las necesidades y el sufrimiento de los demás. Pero, así estamos. El yo se ha convertido hoy en el centro de muchas vidas. Nos gusta el autobombo y exigimos que los demás nos rindan culto y nos ofrezcan incienso. Estamos tan pendientes de nuestra imagen, de nuestro estado de ánimo, de nuestra salud, que nos la pasamos dando vuelta alrededor de nosotros mismos de la manera más maniática que se ha visto en la historia reciente y lejana. Y así no hay relación humana que perdure, no hay pacto conyugal que aguante. Porque el matrimonio y la paternidad implican entrega, renuncia, sacrificio…y en la actualidad esos conceptos suenan a malas palabras. Porque egoísmo y amor son irreconciliables.

Créditos para: http://eticaysociedad.org/2014/10/12/egoismo-tope/

El Conocimiento más útil en la ética

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Conocimiento propioEstos días he estado con un poco más de trabajo previo a mi viaje a Madrid para participar en la beatificación de Mons. Álvaro del Portillo el próximo 27 de septiembre. Este tiempo me ha permitido dar más pensamiento a lo que considero que podría ser el conocimiento que más necesitamos para actuar correctamente. No es una cuestión fácil ya que en ética todo es necesario e importante. Me refiero a qué consideraría que es el conocimiento que desde el punto de vista personal nos puede ayudar más a mejorar en la búsqueda del bien.

La ética tiene mucho que ver con el conocimiento del auténtico bien para el hombre. Todos tenemos una vaga idea sobre lo que es el bien que deberíamos hacer y el mal que deberíamos evitar. A grandes rasgos estamos de acuerdo en este punto. El problema viene cuando comenzamos a precisar con más detalle qué entendemos por el bien más conveniente para este hombre en concreto. Si además del tema del conocimiento pasamos al campo de actuar con libertad y desear hacer el bien libremente nos introducimos en aguas un poco más complicadas ya que cada hombre es un auténtico mar misterioso, incluso para sí mismo. Cuántas veces podríamos repetir en nosotros el sentimiento de San Pablo que aún sabiendo el bien que hemos de hacer a veces hacemos el mal que no queremos.

Aún con lo importante que es conocer cuáles son los bienes a los que hemos de tender, me parece que desde el punto de vista práctico personal es mucho más necesario el conocimiento propio. Mucho se ha escrito desde Sócrates sobre la importancia de desenmarañar el misterio que somos cada uno de nosotros. Mientras no nos adentremos en nuestra casa interior para tener un inventario de nuestras cualidades y defectos, de nuestras motivaciones y de nuestros miedos, prejuicios y tendencias, poco avanzaremos en el entrenamiento ético de crecer en virtudes y erradicar nuestros defectos.

¿Qué pasaría si condujéramos un automóvil con todos los vidrios empañados? es evidente que chocaríamos cada dos por tres con cualquier objeto y siquiera sin darnos cuenta del daño que nos ocasionamos a nosotros y a los demás. El que no busca entenderse y conocerse a sí mismo incluso puede llegar a hacer daño pensando en que hace el bien. Hace tiempo me comentaban de una persona que no sabía calibrar sus fuerzas en el momento de arrancar un automóvil y rompía con frecuencia las llaves. Alguien que no conoce su inclinación a mentir por quedar bien, por ejemplo, puede pasarse la vida engañando a todos, incluso a sí mismo.

Nada es tan necesario como el conocimiento propio pero también nada es tan difícil. El ser jueces y parte nos complica la objetividad. Conocernos es ser capaces de entender y describir lo que hacemos, sentimos, lo que nos preocupa, emitir juicios sobre lo que vemos  y enunciar las causas. El que no busca conocerse no valorará y agradecerá sus talentos o con frecuencia agrandará sus defectos sin ponerlos en un contexto adecuado y sin concretar cuáles son los puntos de mejora.

En esta semana leí un capítulo del libro El taller de la filosofía de Jaime Nubiola que comentaba, en relación con el arte de la escritura, un ejercicio que me pareció muy interesante en la línea del conocimiento propio. Mencionaba que a veces es útil describir por escrito, lo mejor que podamos, nuestros problemas personales o de relación con los otros. El saber describir nos coloca ya en vías de una posible solución al tema planteado. En cierta forma, el escribir nos puede ayudar a alcanzar un poco mejor la objetividad en los temas personales y el escribir nos puede facilitar enormemente el aclararnos y domesticar las diferentes situaciones que nos ocurren y que a veces nos preocupan.

Aunque no existe mejor modo de conocernos y de objetivar nuestros problemas que el conversar abiertamente y con sinceridad con aun amigo de confianza, prudente y sincero, que nos pueda ayudar a enfocar adecuadamente nuestra vida. Aquí está lo que considero el conocimiento más útil en el plano de la mejora personal: buscar conocernos y comprender nuestro modo de ser, de esta forma tendremos un buen punto de partida para entrenarnos en el atractivo deporte de la mejora personal.

@jcoyuela

Créditos para: http://eticaysociedad.org/2014/09/17/el-conocimiento-mas-util-en-la-etica/

Venezuela / Maduro censura y su fracaso habla a gritos / Marta Colomina

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Este gobierno gasta más en propaganda que en solucionar los problemas del país. Juega a que el pueblo trague las mentiras de su hegemonía comunicacional y los silencios de la censura en los medios privados que ocultan los acuciantes problemas de la escasez de todo lo necesario para una vida digna. Niega la alta inflación que ha depreciado el salario mínimo hasta límites de indigencia, y con el billete de máxima denominación del bolívar fuerte (100 bolívares) ya no se compra ni un dólar en el mercado negro. Maduro piensa que estando también mudo ante la enorme corrupción oficial, el pueblo no se entera de atrocidades tales como las obscenas “colitas” con los aviones de Pdvsa; las empresas de “maletín” que dejaron exhaustas las reservas internacionales y el despilfarro en viajes del séquito “presidencial” que malgasta las escasas divisas que deberían utilizarse para adquirir alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad.

Mientras a opositores como Leopoldo López, Ceballos y Scarano se les inventan delitos no cometidos y permanecen presos y hasta torturados, Elías Jaua se larga en viaje no oficial a Brasil en un avión de la estatal Pdvsa, con suegra y niñera con el revólver de su jefe en la maleta (fue “imputada por tráfico internacional de armas”), sin que hasta ahora Maduro haya hablado sobre tan grave incidente, ni sobre la destitución, cual “condón desechado” (Chávez dixit), del embajador en Brasil, almirante Diego Molero. El descarado Jaua se cansó de criticar a Capriles por un corto viaje a España en línea comercial y pagado con su dinero personal. Jaua en Brasil firmó acuerdos inconsultos con el Movimiento sin Tierra, en abierta injerencia en sus asuntos internos y violación de las normas diplomáticas (que debió aprender cuando fue canciller), tal como reclamase con enorme malestar el ministro de Exteriores brasileño. El PSUV, partido fundado por quien amenazó en 1988 con freír en aceite las cabezas de los corruptos, no quiere investigar las colitas de Pdvsa. Colitas que entonces calificase Chávez como “inmorales” y “práctica de jerarcas que viajaban por el mundo malbaratando el dinero de todos, mientras el país se hundía en la miseria y el hambre”. Maduro se inició tomando la bandera contra la corrupción hasta que conoció informes sobre las empresas de maletín y sus milmillonarios desfalcos en dólares. Lo dijo claro Transparencia Internacional: “Las empresas de maletín o incursas en delitos cambiarios no solo tuvieron garantizados los dólares, sino también la protección”. Ecoanalítica encontró sobrefacturación en las “compras” al exterior de más de 40%, sin contar los contenedores vacíos o con chatarra “valorada” como alta tecnología.

El culto que rinde Maduro a los militares pasa por permitir sus abusos y por los constantes aumentos salariales. El último es de 45% para los uniformados y apenas 15% para el salario mínimo, equivalentes a 21 bolívares diarios, es decir, a “medio litro de jugo”, o a “un pan sobado”, mientras el gobierno gasta millones de dólares en “espionaje electrónico de sus ciudadanos”, como reporta el Nuevo Herald, y sigue comprando armas de guerra a Rusia y China. No hay dinero para la Gran Misión de Amor Mayor: son 700.000 viejitos que quedaron sin dinero ni medicinas, al igual que han mermado los aportes a las demás misiones y a jubilados. Un informe de Global Age Watch 2014 califica a Venezuela como uno de los peores para envejecer. Claro que no todos corren esa mala suerte: los magistrados del TSJ tienen jubilaciones escandalosas (su labor, como la de los militares, es de sostén del régimen) y lo mismo ocurre con la presidente del CNE, Tibisay Lucena, de quien Nelson Bocaranda reporta que “se jubilará con 55.000 bolívares por mes (…) y con ella sus más cercanos colaboradores con retiros entre 25.000 y 38.000 por mes”.

La hegemonía comunicacional anuncia el “Plan Navidades Felices” iniciado por Maduro con otra guerra contra los escasos comercios que sobrevivieron al Dakazo. Cuenta con miles de voraces “inspectores “listos para acabar con las pocas fuentes de empleo que quedan en el sector. Así que estas Navidades no serán felices, ni 2015 será venturoso con la inflación que nos espera de 110% a 120% y una escasez brutal. “Venezuela tocó fondo”, dice The Economist porque Pdvsa, agricultura, industria, salud y educación agonizan, mientras reina el hampa criminal.

El estruendoso fracaso de Maduro silenciado en todos los medios se expresa a gritos en los hospitales sin recursos, ni fármacos siquiera para detener la epidemia de dengue, malaria y chikungunya. Los gritos de rechazo masivo están en todas las encuestas y en las crecientes protestas sociales en las que participa gran número de descontentos que militaban en el chavismo. Por eso el PSUV acelera a puerta cerrada la renovación y control rojo del TSJ y la lista de aspirantes, también rojos, del CNE. Sobre el cadáver de Montesquieu, el régimen monta de nuevo el circo para que los poderes que controla enmascaren su dictadura con falsos rasgos democráticos.

Créditos para: http://www.el-nacional.com/marta_colomina/Maduro-censura-fracaso-habla-gritos_0_515348730.html